Fotografías: Nathaly Pabón Calderón
A las diez de la noche fue nombrada ‘Michelle Obama’ como Reina del Cadillo, y fue ahí cuando El Tanganazo se silenció por segunda vez. La barra de ‘Michelle Paola’ no tuvo más remedio que guardar sus bombos y platillos para otra ocasión, porque la corona principal estaba en la cabeza de su rival.
Ese mismo día, pero más temprano, la población baranoera se dividía en dos: unos, preocupados por eliminar sus pecados carnavaleros, asistían a la iglesia para colocarse la cruz de ceniza que daría inicio a lo que conocemos como la Cuaresma.
Otros, en un afán por acortar aquel sinsabor que deja el final del Carnaval, se alistaban con su mejor pinta y se dirigían a una de las casetas más populares del municipio.
En ese lugar se celebra desde hace varios años el Reinado del Cadillo, un evento del pueblo que se realiza el miércoles de Ceniza y que tiene una particularidad: los hombres se transforman, por un día, en mujeres con todas las de la ley para «brindarles un homenaje».
Y aunque ahora sea así, en un principio todo era distinto. Así como lo menciona la agrupación Kvrass en una de sus canciones, todo fue ‘cuestión de borrachera’ por parte de los que ahora son recordados como los fundadores del Cadillo.
En una parranda de amigos fue coronado Guillermo Iglesia
La canillona de Ron Blanco estaba en la mesa. Los amigos Alonso Acosta, Julio Viloria, y algunos más, se encontraban reunidos para festejar el término de su jornada laboral. Así fue como, cuando los ‘gorreros’ –esos que se emborrachan a costa del trago del prójimo- aparecieron, tuvieron que salir corriendo y terminaron en el barrio Loma Fresca.
Muy animados empezaron a referirse a esos sujetos como ‘cadillos’, haciendo alusión a esa mata que se pega a la ropa y que es casi imposible quitar.
Fue ahí cuando uno de ellos, Juan Pablo Silvera, trenzó una corona de bellísima y proclamó a Guillermo Iglesia como reina del Cadillo. Fue paseado por las calles principales de Baranoa en el caballo de su amigo, el ‘Nene’ Peña.
Nadie sabe con certeza en qué año ocurrió tal acontecimiento, pero sí que lo repitieron tres veces y luego no continuaron. Lo paradójico es que la primera reina dejó de carnavalear. Ya no está para los asuntos del mundo, y de esa recocha de amigos no quiere ni acordarse.
Ahora solo queda el recuerdo de aquel momento, y del cadillo de su casa –ya marchito- que, como si de una obra divina se tratara, está lleno de escombros sepultando la mata –y también su vida pasada.
De vuelta al Tanganazo
En la puerta del Tanganazo, los olores de chuzo asándose, de polvo de la calle levantado por las motos y los carros, de humo de cigarrillo siendo expulsado por las bocas de quienes lo consumen y de cerveza regada en la mesa se mezclaban en el aire.
Las piedras no eran un impedimento para que las personas bailaran desde las dos de la tarde, hora en la que empezaban a entonarse con ron y la música a reventar que retumbaba a los alrededores cortesía del picó El York.
Los vendedores de bebidas frías, mangos y platanitos conversaban uno con el otro mientras la gente se reunía en la entrada. Parecía que fuesen a entrar, pero en realidad esperaban a que la candidata que apoyaban saliera para realizar el tradicional recorrido por las calles aledañas.
Era Miércoles de Ceniza, pero ellos no querían aceptar el término de la fiesta más grande del Atlántico, así que un último desfile no le haría daño a nadie.
Cuando hicieron el llamado, ‘La Pechocha’ fue quien arribó primero. Portaba un vestido de colores verde, rosa y amarillo, similares a los de varias comparsas de Son de Negro. Llevaba un maquillaje exagerado y una notable faja, que intentaban disimular su físico.
Así como todas las que hacían su llegada a las afueras de la caseta, como ‘Sharick Paola’. Ella, con el pitido de una moto, donde venía encaramada, y un guache, hizo su aparición como intentando decir ‘aquí está su reina’.
Ellas, las hijas, nietas y esposas de los organizadores, no son más que la prueba de que la tradición familiar de los Silvera perdura de generación en generación.
El rescate de una tradición
Todo comenzó en 1969 cuando Juan José, más conocido como ‘Juan Pablo’ Silvera, decidió seguir con ‘la recocha’. Después de realizar tres veces aquel acto con sus amigos, tomó la determinación de que debía continuar haciéndolo pero de buena manera.
Por eso él, un mesero que trabajaba arduamente los cuatro días de Carnaval, instauró el Cadillo el día después de la muerte de Joselito, aquel en que la mayoría de la población descansaba o se ocupaban de asuntos religiosos.
En sus inicios, quien era coronada como reina le hacían entrega de una botella de Ron Blanco. Solo desde hace 25 años se viene entregando dinero en efectivo, el cual es recogido del producido del evento por los actuales organizadores, los hijos de Juan Pablo.
Ellos no han querido que la tradición muera, ni mucho menos después de la muerte de su padre. Así pues, decidieron no guardar luto y realizar en aquel año el reinado como si nada hubiese pasado.
La ceremonia final
A lo lejos, dentro de la caseta, se podía divisar a una mujer con la cruz de ceniza en su frente. Sin embargo, parecía ser la única porque la gran mayoría sólo tenía marcas de maicena en todo el cuerpo. Pese a esto, no hay guayabo en el rostro de nadie, más bien, estaban ansiosos porque el evento comenzara lo más rápido posible.
Pero nadie podía estar más ansiosas que las candidatas, quienes, luego de un recorrido por el barrio, se instauraron en un camerino abierto donde revelaban todos los trucos con los que pretendían llevarse la corona a sus casas.
Mientras ellas se arreglaban, Michael Jackson Criollo hacía su aparición en el escenario para entretener a la gente que llegaba. Aún no estaba completamente lleno, pero las barras de las concursantes hacían tanto ruido como si de un pelotón se tratase.
Sin embargo, no era nada comparado a cuando la candidata que apoyaban fue presentada frente al público.
De ellas, Michelle Paola era quien contaba con una barra excepcional. Sólo la fanaticada que acompañaba a Kimberly, una rubia arrebatada, le podía hacer competencia. En el otro extremo, cuando mencionaban a Michelle Obama, unos cuantos aplaudían que fácilmente eran identificados como sus familiares.
Mientras que los movimientos frenéticos de Kimberly eran celebrados por la mayoría de los asistentes, la cumbia suave y el frenético mapalé de Michelle Obama y sus movimientos estilizados no recibieron la misma respuesta.
Quizás la actuación más memorable la tuvo Michelle Paola, quien no se limitó a bailar, sino que además interpretó una canción mientras meneaba sus caderas al son de la cumbia.
Y ni hablar de Mara Paola, quien desde lejos se notaba que era mayor. Con 42 años era la concursante con más edad del reinado y, también, la única de ellas que sabía caminar y bailar todos los ritmos que le colocaran con tacones a la perfección.
Así que en la pasarela no tuvo mucho problema, cuando desfilaron por la tarima con trajes elegantes y esperaban pacientemente para ser llamadas a responder la pregunta.
—Párale bolas, ahora las más bonitas son las más brutas— comentaba uno de los asistentes, lo que provocó la risa de los que estaban a su alrededor.
Lo que no sabía aquel señor era que las preguntas ya eran estudiadas previamente por las candidatas. Sólo debían escoger un número al azar y recordar la respuesta. De este acto, solo cinco de las chicas pasaban a la fase definitiva.
Emocionada, Kimberly dio un paso al frente por ser la primera en ser llamada; le siguió Michelle Paola, quien casi se dobla el pie en la pasarela; de tercera fue nombrada Martina la Peligrosa, una que no había hecho mucho ruido pero tenía porte.
Luego, Mara Paola y su barra hicieron vibrar la tarima cuando fue escogida y, finalmente, la muy tensionada Michelle Obama fue sorprendida y abrazó de inmediato a su compañera, La Pechocha.
Para la última pasarela, solo Mara Paola se quedó con los tacones. Los demás optaron por ir descalzos o con cotizas, debido al cansancio que ya era notorio en sus rostros. Luego de la última tanda de preguntas, la deliberación de los jurados tomó tiempo.
Las barras de Kimberly y Mara Paola se enfrentaron, ya que eran las que más se hacían notar. Para disipar los nervios, las concursantes sacaron a bailar a la Reina del Carnaval de Baranoa, lo que hizo que varias personas comenzaran a transmitir en vivo por medio de sus redes sociales.
Finalmente, la espera concluyó: el ambiente estaba tenso pues cualquiera podía ser coronada como Reina del Cadillo. Sin embargo, solo una podía tener el honor. Martina la Peligrosa y Mara Paola fueron nombradas como tercer y segunda princesa, y sólo quedaban tres finalistas.
Kimberly tenía sus ojos cerrados y sus manos unidas y pegadas a su labio inferior; Michelle Paola sonreía tensamente al igual que su tocaya, Michelle Obama, miraba a cualquier parte del lugar excepto al presentador del evento.
Fue entonces cuando el Tanganazo se silenció por primera vez. Kimberly, la extravagante rubia, fue nombrada primera princesa para el descontento de la gente y de su barra. Así, la cosa quedaría entre ‘Michelles’.
Ambas se tomaron de las manos, como si fuese el mismísimo Reinado Nacional de Belleza, y el presentador volvió a tener la palabra. Ya no se trataba de saber el nombre, ahora la gente quería saber si era Paola u Obama lo que lo acompañaba.
Cuando fue nombrada, Michelle Obama no pudo contener las lágrimas. Lloró con su hermana, lloró con sus amigos e incluso mientras decía unas palabras, las lágrimas caían por sus ojos.
Así fue como la versión número 48 del Reinado del Cadillo concluyó, entre sinsabores y resignación de varios asistentes porque el quinto día del Carnaval se había acabado.