Capítulo uno

Durante más de 100 años, Baranoa ha realizado la Loa de los Santos Reyes Magos de manera ininterrumpida. Pero, ¿cuál es el origen y el autor de esta obra? , ¿qué elementos componen este tradicional acto? Las respuestas se encuentran escondidas en las entrañas del corazón alegre del Atlántico.

Andrea Valentina Villamil Goenaga
Andrea Valentina Villamil Goenaga
Periodista colombiana. Ganadora del Premio a la Excelencia Periodística 2019 de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en la categoría Periodismo Universitario.

Todo comenzó como un juego. Aquellas tardes, las polvorientas calles del pueblo se teñían de inocencia para ver desfilar a los magos de Oriente entre peñones y arenilla. Las sábanas de la casa de Victor Sierra, un niño de 12 años con despampanantes ojos azules, desaparecían de las camas para convertirse en majestuosas capas, dignas de los más ilustres reyes. Era de noche, no había luz en Baranoa, pero las coronas de cartón y los vestuarios de papel cometa resaltaban en el viejo barrio.    

Era un juego, una idea de inquietos chiquillos que se negaban a vivir la tradición tan solo una vez al año. Invitaban a la gente de la cuadra, quienes veían a los centinelas marchar con rústicas varas en sus manos, pero no lo hacían al compás de bellas dianas sino al de los aplausos. Para ellos, la Loa de los Santos Reyes Magos era su pasatiempo favorito: uno que dejó de serlo para convertirse la realidad de Víctor, quien ya no es tan niño.

Ahora tiene 76 años, viste una capa larga y un turbante verde. Lleva maquillaje en el rostro que resalta sus ojos azules, y una barba falsa que cualquiera juraría que es real. Y tal y como el personaje que interpreta, el rey Gaspar, también la nieve que en sus cabellos, que en hebras de plata ostenta, es causada por los años que tiene ya de experiencia.

Su juego dejó de serlo en 1960 cuando Pomponio Guzmán Silvera, un profesor suyo, le llamó mientra caminaba por la plaza principal del pueblo. Por cosas del destino, él iba pasando por El Camellón, un parquecito acomodado detrás de la iglesia Santa Ana. Allí, su maestro le preguntó si quería ser parte del elenco de la Loa, y que le iba a dar el papel más corto y sencillo: Doctor de la Ley. Aceptó sin dudarlo, y ahí empezó su travesía por la tradición escénica popular religiosa más antigua de la región Caribe.

Anteriormente, esta celebración tradicional era llamada Fiesta de Reyes, una fecha que comprendía la representación artística de la llegada de los magos a Belén así como actividades de esparcimiento en las casetas que se formaban alrededor del acto. Y, aunque su origen aún es materia de debate de investigadores lugareños, el Museo Histórico de Baranoa (MUHBA) ubica la fecha de la primera escenificación entre 1877 y 1888, época en la cual el cura Santiago Felipe Acosta Sánchez, hijo de Antonio Sánchez y Concepción Acosta, fue párroco de la iglesia central. 

La Loa no es más que la muestra de la adoración de los Santos Reyes Magos a Jesús, «el Dios hecho hombre», en una gruta que popularmente se conoce con el nombre del Portal de Belén. Esta historia está dividida en cuatro actos, donde en primera instancia se encuentra el interrogatorio de la guardia de Herodes El Grande a Gaspar, Melchor y Baltasar.  Posteriormente, ellos son obligados a dialogar con el monarca quien busca indagar las razones de su viaje.

Este sería el segundo acto, donde Herodes deja marchar a los pasajeros aguardando su retorno, pues el soberano le pide a los magos que, cuando hayan encontrado al recién nacido, le anuncien dónde se encuentra para irle a adorar. No obstante, en el tercer acto, los reyes adoran al Mesías y no regresan a palacio. Finalmente, el rey se entera de que los pasajeros han burlado sus órdenes, y sus imprecaciones son escuchadas en todo el territorio baranoero quienes se deleitan con el jugueteo que el Diablo le propone al idumeo.

Video realizado con imágenes del archivo de la Oficina de Comunicaciones de la Alcaldía de Baranoa.

De acuerdo con la tradición oral, este libreto que según investigadores como Benjamín Latorre toma como base el capítulo dos del Evangelio de san Mateo, fue elaborado por el cura Acosta inspirado en textos como el «Auto de los Reyes Magos». Esta pieza literaria, de autor anónimo, fue probablemente escrita en el siglo XII y se considera la primera obra teatral castellana y española. Así, era el sacerdote quien se encargaba de escoger a los actores y dirigir los ensayos para realizar su versión en Baranoa.

Pero, aunque esto suena majestuoso, nada está más lejos de la realidad. La Loa de antaño era tan empírica y rudimentaria que a sus hacedores solo les alcanzaba para elaborar el palacio de Herodes con palmas de cocos. Las cortinas del espléndido castillo las prestaba un vecino, así como la butaca para el monarca y las sillas de los visitantes. Esta se hacía en la madrugada, exactamente a las tres de la mañana, todos los seis de enero en el atrio o los alrededores de la iglesia central.

«Eran Loas a pulmón», relata Víctor Sierra quien vio esas escenificaciones cuando era joven, «porque la falta de fluido eléctrico en Baranoa no daba para conectar micrófonos». Además, el palacio de Herodes se iluminaba con lamparas a gasolina, todo esto orquestado por los obreros de la Loa. Años más tarde, y con ayuda de plantas eléctricas de cantinas, las voces eran escuchadas en la zona céntrica del municipio.

En su libro «Baranoa y su Loa de los Santos Reyes Magos», el abogado e investigador Latorre relata que la plaza «era un casino gigante, (lleno de) luces, música y bancas de ruleta, boliches, macondos y otros juegos de azar». La Fiesta de Reyes ofrecía a los lugareños y visitantes un festín más allá de lo cultural. Pero todo eso era dejado atrás cuando, una detonación fabricada en la casa de Pedro Altamiranda les hacía fijar la mirada en el escenario, donde Baltasar pronunciaba a viva voz las primeras palabras de su parlamento.

«La Loa de antaño era tan empírica y rudimentaria que a sus hacedores solo les alcanzaba para elaborar el palacio de Herodes con palmas de cocos».

Fotografía tomada del archivo del Museo Histórico de Baranoa (MUHBA)

En el año de 1961, José Daniel Llanos fue designado como director de la representación teatral, y llamó a Victor Sierra para que este le sirviera como Sabio Tolomeo, otro de los personajes que habla poco en la obra. «Él dirigía la Loa en el patio de la casa», decía, «bajo un palo de ciruela tenía un foquito guindando para allí él poder ver y dar indicaciones». Ahora compara esos ensayos con los de las Loas modernas, donde según el veterano actor se ensaya con movimientos y correcciones pertinentes.

En esa época, la Loa primitiva contaba con actores espontáneos, baranoeros con interés en el arte y con disposición para encarnar a dichos personajes. Porque de eso se trata, comentan los lugareños, de convertirse por una noche en ese sujeto cuya vida vino a posar en un libreto. Los directores se basaban en aspectos como la voz y actitudes de oratoria para escoger a los intérpretes de ese año, aunque era común que los papeles se sucedieran de generación en generación. Para el papel del Diablo sucedía algo particular, pues siempre escogían a una persona que fuera inquieta e intrépida. 

El pesebre mostrado en escena era de la iglesia, unas estatuas de yeso que prestaba la parroquia para simular que allí estaban María, José y Jesús. De hecho, para el momento de la adoración, los reyes ingresaban al templo que se encontraba abierto a tal hora de la madrugada. Sin embargo, años más tarde, específicamente en 1958, el historiador Alfredo de la Espriella arribó a Baranoa como un apoyo de la Secretaría de Educación departamental y sugirió que las figuras fueran cambiadas por personas de carne y hueso. Pese a esto, el papel del recién nacido lo seguía siendo una escultura, hasta 1992 cuando fue incorporado el actor más joven de la obra: un bebé de brazos.

Aunque es notorio que el papel de la iglesia ha sido fundamental para la solidificación de la Loa, y su perduración en el tiempo, hace ya muchos años que no tiene voz ni voto en la escenificación cultural. Precisamente en el año en que entró Sierra, 1960, dejó de ser responsabilidad de la parroquia y comenzó a ser administrada por la Alcaldía municipal de turno.

Adoración en el pesebre

En la plazoleta central solo se escuchaba la voz de un Herodes delirante. Su monólogo cubría desde la primera línea del público hasta la última, quienes se impresionaban al momento en que lanzaba su corona al suelo del palacio. No obstante, el privilegio de tener tanto protagonismo iba de la mano con el hecho de poseer una voz prodigiosa. Una que retumbara en toda Baranoa, pero que al bajar el telón quedaba convertida en un suave murmullo. 

Pero en 1952, la llegada de la tecnología cambiaría ese hecho. El padre Luis Gabriel Galán, recién nombrado capellán de la iglesia Santa Ana en esa época, organizó la Loa de 1951 y notó que los actores se sacrificaban mucho, porque tenían que alzar la voz a cierto nivel para que los oyera el público que estaba en la plaza. «Entonces él compró un equipo de esa época con bocinas y una planta para la parroquia», testifica Sierra. 

Esa Loa fue muy criticada. «Todo fue con micrófono», se comentaba entre los vecinos de Baranoa, pues a la mayoría les parecía que Herodes estaba haciendo una entrevista. Él le preguntaba al centinela, le colocaba ese artefacto parecido a un calabazo grande cerca de su boca para que respondiera, y luego volvía a su discurso. 

Sin embargo, el padre Galán murió ese año, y dos meses después de su muerte, una camioneta procedente de Barranquilla llegó al municipio para llevarse el equipo, la planta y las bocinas. No se sabe a ciencia cierta qué ocurrió, pero los actores se quedaron sin esa dotación que facilitaba su trabajo. Fue ahí cuando salió a relucir la verdadera esencia de la fiesta: todo baranoero le aporta algo a la Loa.

Entonces, el salón El Moderno empezó a proveer los micrófonos para el evento y el señor Ricardo Galende, propietario de una cantina ubicada cerca de la plaza principal, suministró la energía de su propia planta para alumbrar el palacio. Pero eso es sólo una pequeña parte del apoyo que la misma comunidad le ha brindado a su patrimonio, pues en palabras de Sierra, «en la Loa está metida mucha gente que le aporta, así no actúe».

Recuerda sus años de Loas infantiles, donde sus propios vecinos colaboraban con mesas, sillas y hasta con la elaboración del astro que anunciaba el camino hacia Belén. Los que hacían cometas diseñaban una estrella de dos cuerpos con la cavidad para introducir una vela en su interior. Luego, en los años en que fue Doctor de La Ley, Sabio Tolomeo y Centinela tres, le tocaba mandar a hacer sus vestuarios con las modistas del barrio, quienes no cobraban ni un centavo porque el atuendo era para la Loa.

Además, aún tiene presente el papel fundamental que jugaron los procuradores en la ejecución de la Loa. Estos señores iban de casa en casa pidiendo algunos centavos, lo que cada quién podía dar, para comprar telas o materiales que permitieran la confección y elaboración de los atuendos y la utilería.

Y así, a raíz del esfuerzo de toda una manada de obreros, la Loa se ha realizado de manera ininterrumpida desde hace más de 150 años. 

EL LIBRETO

En la Loa, el verdadero protagonista es el libreto. Este no solo marca las pautas para los actores, sino para el guión de las luces, la escaleta de la banda sonora e incluso para la elaboración de la escenificación. Todo el engranaje completa la obra que se presenta en el mes de enero, que desde 1985 se hace a partir de las ocho de la noche. 

José Guzmán Carrascal, director escénico de la Loa del año 2020, es «un libreto único en Colombia» pues tiene como inspiración un Auto Sacramental. El experimentado dramaturgo y poeta, quien ha dirigido seis Loas desde 1995, argumenta que dicha pieza es intocable pues, de la forma en la que está escrito es decir, en verso, ya no se crean obras.

Sin embargo, en Baranoa ya no existe el libreto original. La copia más antigua de la Loa se quemó en el incendio de la iglesia Nuestra Señora Santa Ana, ocurrido el 11 de marzo de 1895.

«El incendio fue fatal para la memoria histórica y todo el aspecto documental del municipio», asegura Benjamín Latorre, quien deduce que, para no echar a perder la tradición que iniciaba en el pueblo, «recurrieron a la prodigiosa memoria de los actores de la época» para reconstruirlo.

Ese aspecto no ha cambiado, pues aún los actores veteranos tienen en sus memorias el parlamento, y solo revisan el papel cuando tienen dudas con respecto a palabras puntuales.

Víctor Sierra recuerda haber escuchado, de algunos señores, que quienes ayudaron a reconstruir el libreto fueron José Agustín Jean Paul y Petrona «La Niña» Consuegra Polo. Evocando la primera Loa en la que actuó, Sierra cuenta que los parlamentos los transcribían a máquina de un libro manuscrito, y se los daban a los actores en papeles para que se los aprendieran. 

«Eran unas hojas de papel oficio cosidas, que se encontraban agrupadas como si fuera un libro de acta», narra Latorre a quien le han contado que, posteriormente, empezaron a sacar hojas manuscritas. Así mismo, asegura que «La Niña» Consuegra, una reconocida poetisa del municipio, revisaba los parlamentos para evitar que suprimieran textos o palabras al hacer dichas copias en los ensayos previos 

Así que, quizás, Baranoa le debe a ella el mantener casi en su estado original el libreto de la Loa, mismo que fue resultado de esa reunión de prodigiosas mentes que recordaban cada palabra de la trama.

Pero, ¿cuál es el origen de la historia que narra el libreto? La tradición oral cuenta que el cura Santiago Acosta tomó como guía los 18 versículos del capítulo dos del Evangelio según San Mateo. En este, el evangelista narra que unos magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando por el rey de los judíos. Al enterarse Herodes de esto, llamó a sus sacerdotes para que ellos le precisaran dónde tenía que nacer el Mesías. Ahí, hizo llamar a los pasajeros, y los envió a Belén con la promesa de que regresaran a contarle en qué cuna estaba ese afamado niño.

Sin embargo, los reyes no regresaron al gran palacio del rey, pues luego de adorar a Jesús, recibieron de Dios una advertencia en sueños. Colérico tras descubrir el engaño, Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores.

Pese a esto, las acciones que se describen en el libreto tienen más similitud con dos evangelios apócrifos: el Evangelio Armenio de la Infancia, y el Evangelio Árabe de la Infancia. Estos textos, surgidos en los primeros siglos del cristianismo y no aceptados en el canon de distintos grupos seguidores de Cristo, describen con mayor claridad y no escatiman en detalles sobre la visita de los Reyes Magos al portal de Belén. Así mismo, relatan la ira de Herodes, sus acciones ocultas, y las extensas conversaciones que tuvo con sus sacerdotes.

Video realizado con archivos de la Fundación Telebaranoa y la Oficina de Comunicaciones de la Alcaldía de Baranoa. Tildes omitidas para efectos del diseño.

Así que, la persona que escribió el libreto de la Loa, el padre Acosta, tenía «amplio conocimiento de la Biblia y la literatura», pues había leído toda la tradición popular traída desde el Siglo XII, quizás heredada de los evangelios extracanónicos. Sin embargo, comenta Sierra que el sacerdote de origen español no es la única persona señalada de haber creado dicha obra. 

«Hay un abogado que sostiene que quien escribió la Loa fue el sacerdote anterior (a Acosta), que se llamaba Julián Caballero Medina», argumenta Victor. Pero resuelve que eso no ha tenido mucha acogida en el municipio, pues desde que ha investigado sobre el origen de las Fiestas de Reyes, sus abuelos le contaban que Santiago Acosta la había elaborado.

También existe la teoría de que, detrás de la Loa, está la pluma de un famoso baranoero: Juan José Nieto Gil. El periodista Adlai Stevenson Samper relata en su crónica «Loa de Baranoa: poca mirra y mucho ron», publicada el 11 de enero de 2011 en el periódico El Heraldo, que la verdadera historia de la dramatización «tiene un trasfondo político-masónico».

El reportero cita al historiador barranquillero Moisés Pineda Salazar, quien argumenta que el general oriundo de Sibarco, corregimiento de Baranoa, ostentaba el cargo de Soberano Gran Comendador dentro de la Masonería, una sociedad secreta muy conocida. Dicho puesto era de grado mayor que el que tenía el expresidente Tomás Cipriano de Mosquera, quien le hizo oposición a Nieto a través los levantamientos de sus amigos los generales Ramón Santodomingo Vila y Antonio González Castro.

Nieto Gil es obligado a renunciar a su cargo el 11 de diciembre de 1863 por las presiones ejercidas. Y por esto, su venganza «fue la de mostrar ese proceso en una obra de teatro, usando la alegoría del nacimiento de Cristo». De acuerdo con el texto, el baranoero terminó el libreto de la obra en diciembre de 1864. También relata que el general logró presentar la obra en las fiestas de Cartagena antes de escenificarse en su territorio natal.

Pero, ¿cómo llega el manuscrito a las manos de Santiago Acosta, señalado por la tradición oral como el autor de la Loa? Según el relato, el cura de origen español había «estudiado teología junto a Nieto en la Universidad de Cartagena», siendo la persona escogida por Pacha, hermana del general, para otorgarle a este manuscritos, documentos y obras una vez este falleció en 1866.

Fue ahí cuando Acosta decidió escenificar por primera vez, en territorio baranoero, la Loa de los Santos Reyes Magos. Pero una tradición de más de 150 años no puede permanecer intacta por mucho tiempo. De acuerdo con Latorre, con el paso de los años, muchas personas se han tomado la «libertad de hacer modificaciones innecesarias al libreto», donde se incorpora o se quita aspectos a la escenificación que repercuten en la puesta en escena.

LAS INCORPORACIONES

Guidados por una estrella montada en una caña de corozo, los Reyes Magos se acercaban al palacio de Herodes. En su camino hacia la plaza, transitando las polvorientas calles sobre sus caballos, los acompañaba un muchacho vestido con túnicas que llevaba el artefacto, y una joven entonando el coro angelical que rezaba lo siguiente:

Ya la estrella favorece, de nuevo a los Reyes Mago,
que por disposición divina viene de nuevo a alumbrar.
Ya pueden seguir los magos, siempre la estrella mirando,
Que ella los librará de aquel león que está rabiando.

Archivo Museo Histórico de Baranoa (MUHBA)

Un centinela aguardaba cauteloso, esperando el final del parlamento para alertar a los viajeros de que habían llegado al gran palacio del rey. A veces era uno, otras veces eran dos, pero en el libreto siempre hablan tres. Ingresando al castillo del monarca de Judea, los pasajeros se encontraron con una imagen peculiar: el solitario rey, sentado en su butaca, bajo arcos trenzados con palmas de cocoteros y cortinas de telas. En resumen, su aposento no tenía vida.

Esto se debía a que, en un principio, los actores de la Loa no eran sino unos doce. No existían las bailarinas, no habían más de tres centinelas, y el personaje de Mariamna, mujer de Herodes, tampoco aparecía en el libreto. De hecho, en el libro «Baranoa y su Loa de los Santos Reyes Magos», Latorre ofrece ese texto, que fue empleado para las escenificaciones de 1938, pues fue transcrito a máquina de escribir en dicho año.

La Loa seguía su curso con aquellos doce intérpretes: Herodes sacrificaba su voz al lanzar todo el parlamento sin descanso alguno. Los Reyes Magos adoraban las estatuas de yeso sin recibir respuesta, y el único personaje femenino que aparecía en escena era el ángel, quien a fuerza debía ser una muchacha joven que tuviera buena voz, pues debía cantar el Gloria

Fue en la década de los 60 cuando María y San José recibieron sus parlamentos, creados por Manuel Patrocinio Algarín, historiador baranoero que durante muchos años interpretó varios papeles de dicha representación. De hecho, el ilustre personaje de 102 años es tan importante para la historia de la Loa que, desde 2018, la obra se realiza en la plazoleta que lleva su nombre.

Pese a esto, el verdadero punto de giro de la Loa se dio gracias al grupo de teatro La Cuerda. 

Fotografía cortesía del archivo personal de Néstor Zurita Márquez.

En 1985, Luis Oñoro Molina, alcalde de Baranoa para esas fechas, entregó la dirección y el montaje de la Loa a esta agrupación. Sus integrantes, jóvenes con basta experiencia actoral, mejoraron las actuaciones de los personajes e implementaron aspectos como el maquillaje de caracterización y la banda sonora. «Todos esos aspectos ayudaron a que la obra mejorara desde todo punto de vista», recalca Latorre.

Una de las incorporaciones más relevantes es la de la mujer de Herodes o la Reina, como popularmente se le conoce. Hasta ese año, Mariamna no figuraba dentro del listado de los personajes importantes, y resolvieron sacar su parlamento de los pensamientos de Herodes, su marido. Para José Guzmán, director escénico de la Loa del 2020, fue la forma de «darle importancia dentro de la obra».

Ahora, esa fue una decisión controversial, pues según el investigador Latorre «no cuadra que ella le de consejos» teniendo en cuenta la cultura androcéntrica de la época y el estado anímico del rey. «Quienes han revisado el tema, y lo conocen mejor que mi persona, entienden que la sociedad israelí de esa época era patriarcal», resuelve.

Pero lo más trascendental de aquella decisión fue cuando, en los afiches oficiales, la celebración dejó de llamarse «las festividades patronales de los Santos Reyes Magos» para nombrarse como Loa: una palabra proveniente del latín laudare que significa adorar o celebrar. De esta manera, los baranoeros han celebrado por más de un siglo la fiesta de la Epifanía, cuyo destino es festejar la revelación de Dios a los magos de Oriente. 

LOS MAGOS

En su evangelio, San Mateo menciona la existencia de magos, seres que iluminados por Dios, y guiados por una estrella, emprendieron un largo viaje desde sus tierras hacia Belén para adorar al Mesías recién nacido. Esta información dista mucho de lo que se sabe hoy en día, pues es normal escuchar a los niños llamar con propiedad a estos personajes por sus nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar.

No obstante, la fuente que más información arroja sobre estos enigmáticos viajeros son los evangelios apócrifos, específicamente el Evangelio Armenio de la Infancia y el Evangelio Árabe de la Infancia. En estos, sus autores relatan los primeros años de vida de Jesús, cubriendo desde su nacimiento en la gruta de Belén hasta la llegada de los magos a adorarle, así como las pericias que pasaron para llegar a su encuentro. 

Archivos de la Fundación Telebaranoa y la Oficina de Comunicaciones de la Alcaldía de Baranoa.

Siendo muy descriptivo, el Evangelio Árabe de la Infancia nos indica la procedencia de estos misteriosos peregrinos, acotando que son hijos de los tres reyes de Persia. Tras la visita de un ángel guardián, anunciando la buena nueva, dejaron sus festines y se dispusieron a viajar, llevando los presentes que sus sacerdotes les habían recomendado: tres libras de oro, tres de incienso y otras tres de mirra.

De acuerdo con el libro «Baranoa y su Loa de los Santos Reyes Magos», dentro de la simbología o el lenguaje bíblico «el oro sirve para manifestar que reconocían su dignidad real; el incienso como una confesión de su divinidad y la mirra como símbolo de que se había hecho hombre para redimir al mundo».

Precisamente, este subtexto es heredado del Evangelio Armenio de la Infancia, el que más detalles otorga sobre la visita de los reyes de Oriente. El texto primitivo cuenta que, luego del nacimiento de Jesús, los magos, «que habían salido de su país hacía nueve meses», arribaron el nueve de enero a la ciudad de Jerusalén. Así, relata que llegaron tres pasajeros de nombre Melkon, rey de los persas; Gaspar, rey de los indios, y Baltasar, rey de los árabes, tal y como se tiene estipulado en la Loa.

En el versículo 18, los magos se interrogan a sí mismos para ver qué visiones tuvieron al observar de cerca a Jesús. Gaspar, quien supuestamente le otorgó el incienso, aseguró que reconoció en él «al hijo de Dios encarnado, sentado en un trono de gloria, y a las legiones de los ángeles incorporales, que formaban su cortejo». Por su parte, Baltasar entregó oro y aseguró que el niño se le presentó «a modo de un hijo de rey, rodeado de un ejército numeroso, que lo adoraba de rodillas».

Finalmente Melkon, rey de los persas y quien entregó la mirra, observó al niño «como hijo del hombre, como un ser de carne y hueso, y también le vi muerto corporalmente entre suplicios, y más tarde levantándose vivo del sepulcro». Además, esta pieza cuenta con uno de los pasajes que clarifica el apodo por el cual se le llama a los viajeros:

Y los magos contestaron: venimos de Persia, del Oriente. Por razón de nuestra nacionalidad, se nos llama magos.

En efecto, los magos en la antigua Persia eran personas sabias, que leían las estrellas y, de cierta forma, lograban predecir lo que sucedería. En pocas palabras, eran astrólogos. En estos dos textos, la figura del segundo ángel o el aviso de que no regresaran a Jerusalén con Herodes es detallado, aspecto que también es tocado en el Evangelio de Mateo. 

Sin embargo, para muchos, estos reyes con cetros y turbantes no son más que la representación de los pueblos vecinos a Israel, o en su defecto la forma de simbolizar a los tres continentes en los que el Cristianismo se había propagado: así, el más anciano y de tez blanca representaba a Europa, el moreno a África y el que se encontraba entre los dos a Asia y el Oriente.

Otra interpretación de estos sujetos es que no eran ni reyes ni magos, sino adivinos y sacerdotes de una religión pagana. Esto tendría más que ver con otro personaje de la historia bíblica: Daniel. En su libro, el profeta no solo narra lo que depara el futuro, sino que en el capítulo dos deja entrever que ayudó a unos magos caldeos, astrólogos, al adivinar un sueño del rey Nabucodonosor que ellos no pudieron. 

A partir de ahí, se cree que los magos guardaron las instrucciones que Daniel, así como la revelación del misterio del nacimiento del Mesías y la señal que acompañaría tal acto.En la Loa se mencionan las 70 semanas del inspirado Daniel, versos que han sido declamados por ilustres baranoeros a lo largo de 150 años. 

PLAN DE SALVAGUARDA

Tras un siglo de Loas, las viejas y rudimentarias escenificaciones han dado paso a elaborados escenarios inspirados en la arquitectura romana, una incorporación atribuida al pintor y escultor baranoero Marco Aurelio Ortega Coba. La banda sonora logra transportar a los espectadores al Siglo I d.c, y los atuendos son cada vez más acorde a la época. Por eso, desde el año 2005, la dramatización es Patrimonio Histórico y Cultural del departamento del Atlántico, cumpliéndose 15 años de su declaración el próximo ocho de junio de 2020.

No obstante, para sus defensores esto no es suficiente, pues se está buscando que la nación reconozca a la Loa de los Santos Reyes Magos como patrimonio cultural del país. Empero, la perduración en el tiempo de la obra no se debe a estos documentos, sino a quienes la elaboran.

«Creo que el baranoero siente la Loa y eso es lo que la hace que sea verdaderamente un patrimonio», expresa Latorre. Víctor Sierra concuerda, pues asegura que «los baranoeros sudamos Loa», sentenciando que «al que no le gusta esto no puede llamarse hijo de Baranoa».

Así que la lucha es de aquellos/as que han encarnado a Herodes, han seguido la estrella como Reyes Magos, han danzado como bailarinas o fungido como esclavas, y de los que han asustado a más de un temeroso niño con sus cachos, su tridente y una risa macabra. Una que sigue rugiendo aún en el 2020, y que en sus inicios no fue tan aterrador como lo es en la actualidad.

NAVEGA POR EL reportaje multimedia

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«En Baranoa sale el Diablo» es un reportaje multimedia sobre la Loa de los Santos Reyes Magos, la tradición escénica popular religiosa más importante del Caribe colombiano. El especial periodístico consta de tres capítulos y una introducción, que serán publicados en la plataforma de Paranawa.info. 

Ilustraciones realizadas por Leandra Vargas Padilla. 

La palabra Diablo se escribe con mayúscula inicial por intención del autor. Las fotografías y videos pertenecen a Paranawa.info a menos que se indique lo contrario.

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