
El quinto día de Carnaval
Fotografías: Nathaly Pabón Calderón A las diez de la noche fue nombrada ‘Michelle Obama’ como Reina del Cadillo, y fue ahí cuando El Tanganazo se
Fotografías: Nathaly Pabón Calderón A las diez de la noche fue nombrada ‘Michelle Obama’ como Reina del Cadillo, y fue ahí cuando El Tanganazo se
Foto de Ricardo Gomez Angel en Unsplash Comenzó con la flauta, con su sonido agudo llamando la atención de aquel que estuviese en el lugar.
En Polonuevo hay una cosa cierta: en casi cada casa hay un árbol de níspero. El énfasis en el casi es porque el estudio no
Doña Raque hace pasteles desde 1986, pero si le preguntan cuál es su favorito ella dirá que prefiere comer arroz blanco con huevo frito. “Yo
Lucía* no tiene sentimientos. O eso piensa. Ella no tiene corazón, ni alma, ni cerebro para mandar a su cuerpo. Y si eso es cierto
Esta no es una historia apocalíptica. No es un relato desgarrador, ni único, ni valioso. El último rastro de fantasía de este cuento yace sepultado
A Toño no se le olvida el 4148. Lo recuerda aunque hayan transcurrido 21 años desde el momento en que las patas de una rana le dieron suerte y dinero.
Cuando iniciaron los reportes de primeros casos de enfermedad por coronavirus en Colombia, ella sentía miedo. Vanessa admite que, para esas fechas, no contaban con los elementos de prevención necesarios “para lo que se venía”.
Casi dos meses después, María se ríe de esto. Lo hace por redes, con stickers, porque no puede hacerlo “en persona”. El viaje estaba programado para su cumpleaños, a principio del mes de junio y con duración de tres días. Era una cabaña completa para 15 personas cerca al aeropuerto de “la sama”, como le dicen a la ciudad costeña famosa por sus playas.
Edilda lo recuerda así: cantinas cerradas, la soledad de las calles reinando en la atmósfera, los fogones de leña apagados. El único sonido que se escuchaba en la lejanía era la melodía de “Adiós a un hermano”, una composición del maestro Antonio María Llanos, que acompañaba al Santo Sepulcro en su largo recorrido por Baranoa.
Desde los 16 años la Seño Amelia conoce la receta. En aquel entonces, trabajaba en Barranquilla en la farmacia de Antonia Rojas, y allí, en medio de su jornada laboral, esta señora le enseñó a elaborar las singulares delicias. En dicha casa hacían dulces de piña, de guayaba e incluso cocadas, pero la curiosidad de Echeverría no quedó saciada con esto.
A las tres de la mañana voy cerrando el portón. Hay que descansar para los próximos días. Pero tengo que admitir que me gusta ver a la gente tambalearse en la salida, buscando un chuzo de butifarra o una picada de chorizo rojo escarlata para bajar la borrachera o saciar el apetito. Es un sentimiento extraño: añoro que regresen pero también necesito tranquilidad. El picó se apaga, la calle se llena de murmullos, los bailadores solo arrastran sus zapatos. Todo esto, hasta el día de mañana.
Hace 72 años que ocurre esto. Ellos pasan de nombre a nombre, de niño a niña, de hombre a mujer. No son los mismos, o quizás sí, pero con otro corte, otra mirada…otra pareja. Y yo los recibo con mucho cariño, mis puertas se preparan para esta época. Porque no crean que por mi edad ya no gusto: yo siempre estoy Moderno.
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