Doña Raque hace pasteles desde 1986, pero si le preguntan cuál es su favorito ella dirá que prefiere comer arroz blanco con huevo frito. “Yo digo que cuando uno va pa’ viejo ya le fastidia la carne, el pollo, el cerdo”, dice, aún cuando su cocina está repleta de proteínas congeladas y un sinfín de verduras frescas.
Su casa, ubicada en la plaza principal de Pital de Megua, es uno de los puestos más concurridos en los días del Festival del Pastel. Allí llegan propios y visitantes para degustar el plato típico del corregimiento, una preparación que aprendió de su hermana cuando ambas trabajaban en Barranquilla elaborando pasteles.
Pero su amor por la cocina nació mucho antes.
—Desde muy niña me gustó mucho la cocina. Inclusive yo hice un curso de chef y de cocina oriental.
Su hermana lo sabía. Ella no dejaba de llamarla cada vez que podía para invitarla a preparar pasteles de todo tipo en la capital del Atlántico, pues era una forma de explorar el don que tenía. “También me enseñó a hacer hallacas, muy deliciosas por cierto”, cuenta con picardía. Y fue por su sazón que Doña Raque se hizo conocida en Pital y sus alrededores.
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Raquel Marina De la Asunción prepara los pasteles desde la noche anterior. Deja remojando el arroz en agua para hidratarlo y corta las verduras, pero la verdadera magia sucede temprano en la madrugada, cuando empieza a ensamblar cada uno de ellos sobre una hoja de bijao.
Una capa de arroz, una de zanahorias y papas, otra de proteína y luego más arroz con el adobo donde se cocinó la carne. ¡Ah! Pero antes le echa un poquito de aceite al bijao para que la preparación no se pegue a las hojas. Luego, este mismo líquido se vierte cuando el pastel está armado, finalizando con una hoja de col que, según Doña Raque, aporta más sabor.
—Y después va para la olla, aproximadamente dos horas de cocción para que el pastel quede bien.
Pero en días de festival la gente no espera. Por eso, Raquel y su familia los preparan de antemano: para atender a los clientes que llegan a Pital buscando un sabor único entre tantas casas que preparan el tradicional platillo atlanticense. Esa es, a los ojos de Doña Raque, la razón por la que se han destacado desde la versión uno a la 29, e incluso antes cuando el pastel era considerado simplemente la comida típica del corregimiento cuando llegaba la época decembrina.
“Nosotros decíamos: “no vamos a cocinar ni siete, ni 24 ni 31”. Entonces casi todas las casas aquí hacían pasteles para no cocinar”, recuerda Raque. Luego, en medio de una reunión de amigos, su esposo y demás amigos empezaron a cuestionar el por qué Pital de Megua aún no contaba con un festival reconocido:
—¡Pero caramba! Todos los demás pueblos de por aquí cerca tienen festivales menos nosotros. ¡Vamos a hacer un festival!—comentaban en la parranda.
Doña Raque recuerda que hicieron varios: de mango, de mondongo, pero nada “cuajó”. Todo sonaba muy exótico, muy lejano, nada propio. Hasta que alguien dijo:
—¡Ombe, vamos a hacer el Festival del Pastel porque aquí se hace mucho pastel en diciembre!
Y así nació una de las cuatro fiestas gastronómicas más importantes del municipio de Baranoa y sus corregimientos.
Tradicionalmente, las familias pitaleras ubican sus puestos alrededor de la plaza principal. Bajo las carpas colocan las mesas y, a un lado, un aviso gigante con el nombre de la matrona que cocina los pasteles o de la familia que los realiza. La mayoría de las personas que llegan al pueblo saben dónde desembarcar: todos tienen sus favoritos.
Pero no en época de pandemia de enfermedad por coronavirus.
En el 2021, el Festival del Pastel fue el responsable de inaugurar la ruta gastronómica Sazón Atlántico, una iniciativa de la Gobernación para reactivar la economía del departamento. Desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche, las puertas de Pital de Megua estuvieron abiertas para los comensales que se dirigieron al sitio desde el sábado tres hasta el lunes cinco de julio.
Así mismo, la Alcaldía de Baranoa adelantó actividades de socialización sobre los pasos a seguir para la versión número 29 del festival, una que se llevaría a cabo en semipresencialidad. Decretos como el de la ley seca durante todo el fin de semana y el toque de queda fueron anunciados por la entidad, así como el aforo máximo dentro del corregimiento.
“Es un festival cero alcohol, dedicado a resaltar nuestra tradición gastronómica y cultural», aseguró el alcalde de Baranoa, Roberto Celedón.
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Cuando no hay festival, Doña Raque no deja de hacer pasteles. Sus preparaciones son pedidas regularmente por su clientela fija, los mismos que continúan encargando sus delicias o visitando su casa para probarlas. Esto viene desde la època en la que su esposo trabajaba en Postobón:
—Allá le hacían pedidos y me traía la noticia. Él me ayudaba mucho a hacer los pasteles.
Desafortunadamente, las noticias ya no llegan de la mano de su compañero de vida. “Hace ya dos años Dios lo llamó a su presencia”, recuerda. “Me ha hecho mucha falta, pero yo sé que allá no está sufriendo”. Por el contrario, Doña Raque ha encontrado apoyo en sus tres hijos, quienes no solo le ayudan durante la época de festival sino en la misma función que cumplía su esposo.
—Una de mis hijas sabe hacer pasteles. Ella viene de su trabajo y los médicos le piden tantos para la gente allá.
Así, Doña Raque ha logrado preservar la tradición del pueblo pitalero a través de las generaciones venideras, quienes se reunirán todos los años alrededor de la olla humeante para preparar, una vez más, un pastel de pollo, cerdo o incluso de armadillo.