Por acá no llega el fin del mundo

Esta no es una historia apocalíptica. 

No es un relato desgarrador, ni único, ni valioso. 

El último rastro de fantasía de este cuento yace sepultado bajo centenares de mensajes enviados durante los pasados doce meses, cuando alguien decía que por acá no se asomaría nunca la enfermedad por coronavirus. 

En ese momento, pensar que el virus sin nombre -ahora reiterativamente llamado coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo y abreviado SARS-CoV-2 causaría problemas en un pueblo ubicado a 15,299 km de Wuhan, capital de la provincia de Hubei y epicentro del inicio de la pandemia, era algo impensable.

Ese era un asunto de Asia y Europa exclusivamente, ni siquiera del continente americano o de Colombia, así que, ¿por qué preocuparse de algo tan lejano que no llegaría nunca al departamento del Atlántico, ni mucho menos su corazón, Baranoa?

Aunque, para ser sincera, no hay nada más lleno de ficción que aquel pensamiento ingenuo. Porque, luego de un año, el mundo -sin excepción nuestra- sigue escondiéndose de un enemigo que no puede ver, o del que se tiene que defender detrás de una pieza de tela. 

Nadie pensaba que eso iba a llegar aquí. Ni de que se llevaría vidas. Ni mucho menos que nos arrebataría el sentido de la normalidad. 

Y todo empieza con algo simple. La del COVID-19 fue una noticia aislada para rellenar la emisión central del noticiero de las siete en los primeros días de enero del 2020. En aquellas fechas, los ojos del mundo estaban centrados en las repercusiones que la muerte del general iraní Qasem Soleimani, a manos de Estados Unidos, tendría en el mundo. 

Muchas personas hablaban de la posibilidad de que estallara la Tercera Guerra Mundial. Nadie pensó en la palabra “pandemia”.

El 2020 lo avisaba desde entonces: estaba lejos de ser el año por el que todos brindaron a las cero horas del primero de enero.  De hecho, la gente pedía a gritos que se acabara el primer mes porque sus días parecían durar una eternidad. Quizás nos estaba protegiendo de lo que sucedería más adelante.

***

25 de marzo del 2020

Inicio del aislamiento preventivo obligatorio en Colombia. 

19 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 04:00 a.m | Lugar:  cuarto.

Como la mayoría de los colombianos, desde que el Covid-19 ingresó al país no he dormido bien. A veces, cuando pienso que estoy por fin venciendo la manía de no preocuparme excesivamente, me despierto a mitad de la noche pensando en cómo estarán las personas que no gozan de un lugar para pasar la cuarentena. 

Esta vez no ha sido la excepción. 

Es lo único en que he podido pensar desde que se anunciaron las medidas y seguramente es lo que pensaré en la noche, cuando nadie me vea, antes de dormir. 

Hora:  10:30 a.m | Lugar: sala.

Mi mamá sale. Lo hace para traer los medicamentos que la EPS le ha enviado a mi abuelo y él, por estar entre la población en riesgo, debe quedarse en la casa. Al llegar, lo hace sin sus zapatos, se lava las manos, aplica gel anti-bacterial y rocía su ropa con un líquido preparado de alcohol. Luego se cambia para trabajar en la casa, desinfecta los celulares que llevó y entrega las medicinas. Así será cada vez que salga durante los próximos 20 días o más.

Ese “más” de mi inocente diario se tornó en 12 meses sin poder pasar un día sin escuchar la palabra covid. 

 

Desde el seis de marzo del 2020, fecha en que se confirmó el primer caso de infectado por esta enfermedad en Colombia, el país ya sabía lo que iba a suceder. Ya lo habíamos visto por televisión en naciones como España e Italia, rogando para que no tuviéramos la misma suerte que grandes capitales del mundo.

Pero el día llegó. El 20 de marzo del 2020, el presidente de la República Iván Duque declara aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio nacional, tres días después de que en la ciudad de Barranquilla, capital del departamento del Atlántico, fueran confirmados los dos primeros casos de coronavirus. 

Antes del inicio de lo que pasaríamos a llamar como cuarentena, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la COVID-19 podía ser considerada una pandemia. “El número de casos fuera de China se ha multiplicado por 13, y el número de países afectados se ha triplicado”, decía en alocución el director general de la entidad, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el 11 de marzo de 2020. 

“«Pandemia» es una palabra que, usada de forma inadecuada, puede provocar un miedo irracional y causar como resultado sufrimientos y muertes innecesarias”, declaró Adhanom, casi como una predicción de lo que iba a suceder. La gente empezó a salirse de control, comprando artículos de aseo en cantidades descomunales y dejando a los demás sin poder adquirir anti-bacterial, jabones líquidos, tapabocas y, paradójicamente, papel higiénico.

***

26 de marzo del 2020

20 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 11:44 a.m | Lugar:  cuarto.

Las cosas en el pueblo no pasan tan rápido como en las grandes ciudades. Eso para muchas cosas es una desventaja, pero en esta ocasión es una bendición. Al tiempo en que escribo esto, un carro perifonea en la calle, diciéndole a los abuelitos que no necesiten de manera urgente el subsidio de Colombia Mayor no vayan a buscarlo.

Mi abuelo se pone un tapabocas de tela que le costó 2 mil pesos y quiere salir a comprar un bollo (envuelto de maíz).  Desde la oficina mi mamá le grita: «buscando que la policía te lleve».

 

Pero la policía era lo de menos. La primera muerte de enfermedad por coronavirus en Colombia fue confirmada el 21 de marzo del 2020. El Ministerio de Salud entregó detalles del fallecimiento del taxista de 58 años, quien había transportado a “turistas italianos” en su vehículo en la ciudad de Cartagena y,  dos días después, empezó a presentar “síntomas de tox con expectoración, fiebre y dificultad respiratoria”. 

El caso del paciente en la ciudad amurallada no dejaba de llamar la atención, pues además de presentar hipertensión y diabetes en su historial médico, también fue víctima de malos procedimientos en una de las pruebas de COVID-19. “La primera dio un resultado negativo, y la segunda no fue tomada adecuadamente en la clínica cartagenera, por lo que su resultado también dio negativo en coronavirus”, explicó MinSalud en un comunicado de prensa.

A ese punto, con 200 casos positivos de esta enfermedad en el país, se sumaban tres personas recuperadas: todas ellas en la ciudad de Medellín. Era, en aquel entonces, una luz de esperanza. 

***

En marzo de 2020, Donald Trump, quien fungía como presidente de los Estados Unidos de América, llamó al SARS-COV-2 el virus chino. Su discurso recibió comentarios negativos de parte de personalidades como Jeremy Lin, jugador de baloncesto de ascendencia taiwanesa, quien invitó al mandatario a “apoyar a la gente que sufrirá por el mal manejo del virus”. 


Pero Trump no era el único con un discurso similar, y en cambio alentó a más personas, especialmente estadounidenses, a referirse de tal manera al virus. 

Para E. Tendayi Achiume, relatora especial de las Organización de las Naciones Unidas (ONU), el nombre otorgado por Trump fomentaba el racismo y la xenofobia, alegando que en los últimos dos meses personas “percibidas como chinas, de ascendencia china o de origen asiático” habían sido objeto de agresiones referentes a su raza y procedencia. “Estos ataques han abarcado desde insultos de odio, pasando por la negación de servicios hasta actos brutales de violencia”, explicó la experta. 

El mejor ejemplo de esto fueron las redes sociales, las cuales se vieron inundadas de comentarios xenofóbicos hacia la población asiática, independientemente de si eran oriundos de China o no, y de su relación con el origen de la enfermedad. Como resultado, dicha población se manifestó en plataformas como Twitter, donde las tendencias “No soy un virus” se viralizaron en diferentes países.

***

27 de marzo del 2020

21 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 2:25 p.m | Lugar:  cocina.

Almorzando en familia, como hace mucho tiempo no lo hacíamos, llega la noticia. Un comunicado de la Alcaldía de nuestro municipio que dice que hay tres casos de infectados por coronavirus posibles, once están en seguimiento y hasta la fecha se han aplicado tres pruebas. 

Dos de ellas han salido negativas mientras que una sigue en estudio. 

Casi de inmediato, en el grupo de WhatsApp que manejo con mis amigos, aparece un pantallazo de un joven baranoero que aseguraba ser portador. Él hará un video en vivo a través de Facebook para aclarar la situación.

La noticia no solo los conmociona a ellos sino también a mis familiares sentados en la mesa de la cocina, compartiendo los alimentos. 

¿Ese será el primer caso confirmado en Baranoa? 

Sin embargo, y por fortuna, se trató de una broma de mal gusto. Una que no nos hizo reír.

 

Sucedió por aquellos días que Wuhan, epicentro de la pandemia, se preparaba para darle fin al aislamiento obligatorio. Llevaban 56 días confinados y habían reportado cero casos de contagios nacionales desde el inicio de la contingencia. Mientras tanto, en Colombia la cifra ascendía a 500 tras dos días de cuarentena  y, aunque ahora parezcan pocos casos, en marzo del 2020 era una catástrofe pensar en números de tres cifras.

Los lugares públicos como parques, plazas, centros comerciales, entre otros, no podían ser visitados tras la declaración de la emergencia sanitaria en el país.

28 de marzo del 2020

22 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 2:49 p.m | Lugar:  sala

Después de casi tres horas fuera, llega mi mamá. Ella carga una gran bolsa de plástico donde trae cebollas, acelga, zanahorias, entre otras verduras que compró en la cadena de supermercados Olímpica.

Antes de entrar nos deja una bolsa con helados en su interior, dos de guanábana y dos de coco. Corre con las chancletas que mi abuela dejó en la entrada para que las cambiara por sus zapatos y se posa en la cocina. 

Me pide que le pase el atomizador que ha preparado con alcohol y agua y baña sus zapatos.

Espera unos segundos y se dispone a bañarse. Y así es la rutina cada vez que salga. Ahora, caigo en cuenta de que no les he dado ni un abrazo en estos días que llevamos de cuarentena. Ni beso, ni abrazo. Solo un simple «hola» de saludo. 

 

Y así como las costumbres cotidianas estaban cambiando, la vida laboral y estudiantil lo hacía. El 16 de marzo fue el primer día sin estudiantes en los colegios públicos y privados de Colombia, un cambio radical obligado por la emergencia sanitaria.

En aquellas fechas, aplicaciones como Zoom, Microsoft Teams, Google Meet, entre otras, recién empezaban a ser conocidas para algunos que, obligados por lo que llamaríamos la “nueva normalidad”, tendrían que salir de su zona de confort y continuar con sus obligaciones como si nada estuviera sucediendo. 

Mi amigo Maicol lo contaba. Daba clases todos los días, de siete a nueve de la mañana. Solo asistía a una clase durante ese módulo de Banco y Finanzas. Sobre el cambio en su vida como estudiante, me decía que no era difícil y que la aplicación que utilizaban para las clases no tenía “mucha ciencia”.

“El profesor hace el directo desde donde está y nos manda en link por medio del grupo que tenemos ahí”. Sus clases eran de 30 personas y no todas utilizaban la cámara.

***

29 de marzo del 2020

23 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 3:16 p.m | Lugar:  oficina

Mi abuela limpia, limpia y limpia. No ha dejado de limpiar la casa ni un solo día, de desinfectar cada superficie, de abrir las ventanas para que el aire salga y entre, de barrer cada esquina hasta extinguir las partículas de polvo. También lava la ropa.

Creo que así será hasta el fin del confinamiento, no solo porque son actividades necesarias para la casa, sino porque es la única arma que nos han dejado para evitar que el virus entre a nuestro hogar.  

***

En marzo se empezó a derribar uno de los grandes mitos que había en Colombia sobre la enfermedad por coronavirus: la edad. Era común escuchar que el COVID-19 solo afectaba de manera grave a los mayores de 70 años, por lo que las precauciones solamente debían ser tomadas por aquellas personas que hacían parte de esta población a la que llamaron “de riesgo”. 

Por ejemplo, el 29 de marzo, de 10 muertes de enfermedad por coronavirus, dos de ellas fueron menores de 40 años de edad. A corte del 25 de marzo del 2021, de los 2 millones 353 mil 210 casos confirmados desde el inicio de la emergencia, 535 mil 252 personas pertenecen a la población entre 30 y 39 años de edad, mientras que en los fallecidos el pico más alto lo tienen las personas entre 70 a 79 años con 62 mil 394. 

***

30 de marzo del 2020

24 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 7:30 p.m | Lugar:  oficina.

Mi abuelo sale a la puerta y toma un poco de aire, la calle está sola y la brisa acompaña la noche. El noticiero suena de fondo, pero nadie le presta atención. Mi abuela teje en el mueble color crema, mientras mi mamá juega con mi perro Clyde. 

Yo miro a la ventana de la oficina cerrada, preguntándome por la familia a la cual no hemos llamado hoy. Los que están en otro pueblo, como mi tío Ventura en Juan de Acosta; los que están en otra ciudad, como mis tíos Adolfo, Saturia y Elkin en Bogotá, y mi tía Petra en Armenia; e incluso, los que se encuentran en otros países, como mi tía Ruth en Venezuela.

¿Qué hacen? ¿Cómo están? ¿Tienen lo necesario para subsistir en estos días? ¿Necesitan con quién hablar? Todo en estos momentos se basa en dudas e incertidumbre. Nada es seguro. No sabemos cuando va a acabar. 

Y nadie se imaginó que en el penúltimo día del mes, cinco días después del inicio del aislamiento preventivo obligatorio, la creencia de que saldríamos de cuarentena al final de los veinte días aún seguiría viva. 

 

El inicio de la fase de contención y mitigación sonaba como una fórmula mágica que nos tendría en las calles antes de que cantara el gallo en la mañana. Pero con la mañana vino la noticia que caería como un balde de agua fría: primer muerto de enfermedad por coronavirus en el Atlántico, más de 900 casos confirmados en Colombia y 31 personas recuperadas.

Aplicaciones como WhatsApp y Facebook permitieron el contacto de las personas durante el confinamiento.

31 de marzo del 2020

25 días después del anuncio del primer caso confirmado de enfermedad por coronavirus en territorio nacional 

 

Querido diario,

Hora: 9:30 a.m | Lugar:  cuarto.

Me despierto sobresaltada por el ruido del teléfono. Es una videollamada entrante que no alcanzo a contestar, pero no es mi celular el que suena: es el de mi abuela. Mi tía Satura marca desde la capital para saber cómo estamos. Bajo frenéticamente las escaleras y le entrego el aparato esperando a que suene nuevamente. 

Lo hace. Contesta. 

La voz de mi tía se escucha lejana, algo robótica, a través del servicio de videollamada por WhatsApp. Mis abuelos ríen con ella, se saludan y preguntan por sus hijos y la situación actual. Hasta ahora, es la única forma de contacto con ellos.

 

Al final del mes, y viéndolo tras los ojos del futuro, una cosa era cierta: no había llegado el fin del mundo todavía, pero ya vivíamos como si el enemigo nos estuviera respirando en la nuca.

 

 

Continuará.

Compartir en facebook
Compartir en whatsapp
Compartir en twitter
Compartir en linkedin
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Andrea Valentina Villamil Goenaga

Periodista colombiana. Ganadora del Premio a la Excelencia Periodística 2019 de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en la categoría Periodismo Universitario.

SIGUE LEYENDO

Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Presidenciales

Foto de Element5 Digital en Unsplash Para Papá Ramón solo había una verdad irrefutable: si el cielo era azul, por qué no iba a ser

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Sexto

Foto de Eric Rothermel en Unsplash Desde hace meses Merriweather es mi tipo de letra favorita para escribir. Lo hago en el tamaño número 11,

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

El ratón Pérez

Foto de Caroline LM en Unsplash No recuerdo la edad. Y si me pongo a adivinar, mi mamá seguramente se quejaría porque ando inventando datos

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Presidenciales

Foto de Element5 Digital en Unsplash Para Papá Ramón solo había una verdad irrefutable: si el cielo era azul, por qué no iba a ser

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Sexto

Foto de Eric Rothermel en Unsplash Desde hace meses Merriweather es mi tipo de letra favorita para escribir. Lo hago en el tamaño número 11,

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

El ratón Pérez

Foto de Caroline LM en Unsplash No recuerdo la edad. Y si me pongo a adivinar, mi mamá seguramente se quejaría porque ando inventando datos

LEE MÁS »
Siempre llego tarde
Andrea Valentina Villamil Goenaga

Beep. Beep. Beep

Foto de Jair Lázaro en Unsplash Hace días hice una parada a urgencias. Nada grave, pero muy dolorosa. Hacía mucho frío y, aunque los pasillos

LEE MÁS »