Fotografía de Vidar Nordli-Mathisen en Unsplash
Y pensar que antes de ahora…
Me daba mal genio no tener plan un viernes.
Detestaba los lunes.
Vivía presa dentro de mi propia casa por miedo a que Murray (mi gato) escapara y desapareciera. O peor que eso, regresara envenenado a morir a mis pies.
Me era difícil lidiar con la culpa de un día improductivo (entiéndase improductivo como no escribir nada, no leer nada, no entrenar, procrastinar lo urgente y lo importante) y en su defecto, hibernar en modo maratón de Netflix.
No concebía salir a la calle sin al menos no haber ensayado tres outfits la noche anterior.
No salía de mi casa sin aretes.
No concebía pasar un día completo en pijama.
Siempre me quedaba al menos una vuelta por hacer.
Me angustiaban mis deudas.
Me bajaban la nota las canas, las uñas sin arreglar, o no poder ir al spa.
Justo cuando me iba a dormir, me acordaba de que no me había detenido a mirar las estrellas.
Escuchaba religiosamente en la radio de mi carro la Doble W, aunque Julio Sánchez siempre me ha parecido un petulante.
Me preocupaba sin razón por algunas cosas del mañana.
Pensaba que los influencers y los youtubers habían resultado más eficaces a la hora de viralizar estupideces, que los comunicadores a la hora de informar.
Me parecía fatal no tener un trabajo más interesante.
Me daba una pereza espantosa mirar los chistes que me enviaban al WhatsApp. O participar en juegos de conocimiento o agilidad mental.
Esperaba que los que no me quieren me quisieran, y daba por descontado el amor que ya tenía y tengo.
No me imaginaba viviendo en el campo, ni mucho menos anhelándolo.
No imaginaba que me podría enamorar de nuevo… de la misma persona.
Quería volver a escribir ficción, pero creía que no podría.
Me había prometido que jamás, JAMÁS volvería a escribir algo medianamente sexual o erótico.
No se me había dado (desde el bachillerato) por escribir poemas (de amor)
Creía en gente y en cosas que ahora me resultan falsas y absurdas.
No había llorado tanto por la humanidad.
Sentía que el mundo, el tiempo, la vida, iban demasiado rápido.
Pensaba que mañana sería otro día igual al resto de los días que ya había vivido.